domingo, 5 de octubre de 2014

EL DULCISIMO CARAMELO

EL DULCISIMO CARAMELO

El terreno de mi abuela estaba cercado por alambres de púas y altos ligutrines entrelazados con otros plantines espinosos que dejaron crecer hasta una altura de 1, 50 mtrs. para impedir las entradas  forzosas por la seguridad de la abuela, que vivía sola en su casa, en ese terreno lleno de arboledas con frutales.
En el lugar había dos entradas, la primera daba al frente de la casa y la segunda entrada quedaba frente a su pequeña capillita,le llamábamos " el oratorio de la abuela" , así también lo decían aquellas personas que llegaban a rezar en el lugar.
Aquella tarde fuimos todos al oratorio para rezar con mi abuela. Estaba la tia Chocha, los niños que vivían mas cerca, mis hermanos menores y yo, quien se encargaba de leer  casi siempre el librito de  oraciones, alabanzas  y alegres cánticos religioso.
Llegó el momento y todos entramos al Oratorio, mi abuela nos pidió silencio y respeto a ese lugar sagrado donde estaban todos los santos y estampas religiosas que cuidaba con tanta devoción y fe cristiana.
 Con apacible ternura prendió las velas, se persigno y comenzamos a rezar.
No puedo decir con exactitud el tiempo transcurrido, todos rezábamos con gran fervor, luego se hizo una pausa, como un pequeño descanso o recreo por llamarlo así,en ese espacio, mi abuela nos repartía los caramelos con ayuda de la tía Chocha. Todos moríamos por esos caramelos rellenos de frutas,envueltos en papel brillantes, esos caramelos que siempre tenía mi abuela y que nos daba cada vez que rezábamos con ella.
Nos acomodamos en un largo banco para disfrutar de nuestras golosinas, mientras charlábamos contentos.
Al rato, la abuela María, nos llamó para continuar con el rezo y terminar  antes de que se oculte el sol.
Todos entramos, era momento de la lectura, mi abuela me indicó la página que debía leer con voz clara y alta, para que se entienda y se escuche bien.
Yo todavía tenía el caramelo en la boca dándolo vueltas y vueltas con la lengua deleitándome de ese dulzor exquisito en el paladar, sin duda alguna, seguí manteniendo el caramelo en la boca para mantener ese sabor dulce de miel, a sabiendas que podía leer con dificultad.
 Comencé a leer con ganas y en vos alta, pero estaba claro que esas ganas me transmitía la delicia del caramelo, ese diablito caramelo que no dejaba concentrarme en esa lectura, en una oración exclamativa que decía así.-Oh dulcísimo Jesús mio!
y yo por no estar concentrada, por no prestar atención dije asì,- ¡Oh dulcísimo caramelo mio!
-Fué en ese preciso instante cuando me dí cuenta de esa gran metida de pata, desee tanto que me tragara la tierra.
Hubo un profundo silencio seguidas de miradas cómplices que estallaron en risas por mi grave equivocación.
Imagínense a mi abuela, molesta y ofendida por lo ocurrido, mi tia Chocha salio de la sala porque no podía contener la risa, yo seguía frente al altar, temblando de verguenza por lo ocurrido, podía sentir la mirada de enojo y decepción de mi abuela.
Ella molesta me saco de un tirón, el librito de las manos  y nos echó a todos de la capilla, mi tia seguía riéndose con los demás niños junto a mis hermanos que repetían a cada rato-" Oh, dulcisimo caramelo mio!" "Oh dulcìsimo caramelo mio!"
Yo también me largue a reír al pensar, que todo fue por culpa del caramelo.
Ese dulcìsimo caramelo, que lo hecho todo a perdeR.

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